Siempre envidié a esos países que tienen como estandarte a líderes contemporáneos que son casi indiscutibles. Sudáfrica con Nelson Mandela, Israel con David Ben Gurión o Golda Meir, los Estados Unidos con Roosvelt o Lincoln, Inglaterra con Churchill. Son países que logran reconfigurar su historia a partir de símbolos políticos muy fuertes. Todos esos hombres y mujeres ayudaron a construir la idea de nación que tienen esos países. Parte de su grandeza tiene que ver con que han sabido luchar incansablemente mientras fue necesario hacerlo, pero que también supieron tender una mano en el momento justo. Mandela no se dedicó a perseguir blancos cuando terminó el apartheid sino que intentó construir una sociedad integrada donde unos y otros pudieran convivir.
Siempre envidié a esos países. Hoy, Argentina también se puede anotar entre ellos. Argentina desde hoy tiene también un líder mítico, un símbolo de la democracia, del país que queremos ser.
Alfonsín como todo hombre cometió errores. Obviamente es muy fácil juzgar con el diario del lunes. Pero más allá de los errores, y las diferencias que uno puede tener, se logró constituir como un símbolo de