Lo odio, sí, lo odio. Y no se trata de que no me guste, de que mi paladar lo rechace. Quienes me conocen saben que mi variedad gastronómica es reducida, pero esto no tiene que ver con ese punto. Odio lo gourmet, y no porque no me guste. ¿Por qué todos los platos tienen que tener sabor a otra cosa? ¿Por qué no pueden sacar una línea de hamburguesas con gusto a... ¡Hamburguesa!? Si quiero comer panceta, ¿no sería mejor que vaya a una fiambrería y compre 100 gramos de panceta?

Ya no se puede comer una grande de muzza... "No tiene gusto a nada", me dicen. ¿Cómo no va a tener gusto a nada? ¡Tiene gusto a piza de muza! Y de nuevo, no se trata de que no me guste una calabresa. Quiero sentirle el gusto al queso, nada más.

Odio lo gourmet, odio la necesidad de innovar todo el tiempo, hasta el punto de no poder disfrutar de algunos placeres siempre efectivos. Odio a Patty y a la puta oligarquía.