Durante los Juegos Olímpicos de Munich 1972, un grupo terrorista palestino conocido como Septiembre Negro irrumpió en
Por Sebastián Davidovsky
Santiago Antonini era uno de los 18 integrantes de
Un ventanal de la habitación de su pieza daba justo frente al de las delegaciones israelí y uruguaya. “Ese 5 de septiembre a la madrugada estábamos en el balcón, cuando vimos cuatro o cinco tipos que saltaron una cerca. Creímos que habían sido atletas que se habían ido de joda”, recuerda Antonini. Escucharon algunos ruidos y se fueron a dormir. Al otro día, a las siete, el murmullo constante los despertó.
El grupo Septiembre Negro reclamaba la liberación de 230 palestinos encarcelados en Israel, y encontró en los Juegos la atención que para ellos requería su causa. Hacía menos de un año habían asesinado al Primer Ministro de Jordania, Wasfi Tel, en venganza por un ataque que ese país realizó en
Mientras Portugués seguía con su pyme fotográfica, un terrorista vigilaba todo desde la terraza del copamiento del grupo palestino. “Además de ése, había otro en el ventanal y supongo que otros seis adentro con los rehenes. A los palestinos los uruguayos no les interesaban, y por eso los liberaron enseguida”, cree el jugador de hockey, quien por ese entonces tenía 27 años. Para ese momento de la mañana dos atletas israelíes ya habían sido asesinados. Se trataba de Moshe Weinberg y Josef Romano.
“A uno lo mataron porque intentó cerrarles la puerta, cuando Septiembre Negro había querido irrumpir”. Todavía quedaban otros nueve rehenes.
Los extremistas dieron plazo hasta las 9 de la mañana (luego lo extenderían hasta las 12) del otro día para que satisfacieran su propuesta. A la noche llegaron a un acuerdo: los palestinos saldrían de
En Argentina, todos los diarios dedicaron su portada al hecho.
En el aeropuerto –que permanecía totalmente oscuro– los francotiradores afinaban fríamente la puntería. Cuatro palestinos bajaron de los dos helicópteros a inspeccionar el avión de Lufthansa que los llevaría a un destino incierto. Sorpresivamente, alguien abrió fuego: murieron dos extremistas. Sin embargo, uno de los agónicos sobrevivientes llegó a accionar un detonador que hizo explotar el helicóptero en el que estaban algunos rehenes y terroristas. Mientras tanto, los demás prisioneros –que se hallaban en el otro helicóptero– fueron asesinados a quemarropa por los guerrilleros, que salieron abriéndose paso a los tiros, alcanzando a un policía alemán. Tres palestinos más se sumarían a la lista de fallecidos y otros tres quedarían detenidos en la patética resolución del conflicto.
Los Juegos siguieron, aunque al día siguiente se suspendieron todas las actividades deportivas. “Si bien quedaba muy poco para el final, después de allí los Juegos fueron muy tristes”, concluye Antonini.
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