"No lo voto a De la Rúa, lo voto a Chacho", decía un argentino clase media progre en 1999. Y así nos fue.

La Argentina es un país con un régimen presidencialista en que el Presidente gobierna sólo y sin compartir con nadie sus decisiones políticas. El vicepresidente no es un co-gobernante, ni un maestro consejero, Jefe de Gabinete, ministro principal, ni nada parecido. De hecho, ni siquiera integra el Gobierno, sino que es el número uno del Senado (Poder Legislativo).

Si el Presidente toma una buena decisión, el vice no tiene nada que ver con ello; y si el presi se equivoca, tampoco el vice es responsable. Esto, por supuesto, es desde lo institucional. Si el Presidente quiere escucharlo y actuar en consecuencia porque entre ellos son amigos, es otro tema.

La Constitución no les da ningún poder y por eso, apenas llegan al poder las alianzas entre Presidente y vice se rompen. El vice es como la bella que conoce a su príncipe azul y cuando lo besa se convierte en sapo.

Por lo tanto, señores, a la hora de votar, no voten por la fórmula sino por quien la encabeza y por el proyecto político que éste representa.