Hoy hablaba con un periodista deportivo de México. Me comentaba que lo que más le sorprendía de la violencia en el fútbol de acá era que los barras se mataran entre sectores de su misma hinchada. Es que la violencia, trasciende el fútbol y pasa a ser negocio.

Dos ejemplos periodísticos de hasta qué punto la violencia no se toma en serio. El primero: ¿por qué se insiste en poner estos temas en la sección "deportes" de los diarios y no en la de policiales? Ya de entrada estamos distorsionando algo.

La segunda. Una nota color de Miguel Bossio de Clarín sobre lo concentrado que estaba el arquero de River, Juan Pablo Carrizo, primero en el precalentamiento y luego en el partido. "Los brazos ya le funcionaban bien calibrados mientras, detrás suyo, los barras se agredían con evidentes intenciones de matarse. No se desconcentró ni siquiera ahí, con sangre de fondo y los plateístas insultando a los barras", cuenta sobre la previa.

Y luego pasa al partido. "Claro que mucho más seguro se mostró al momento en que los que se querían matar eran los auténticos hinchas de River al ver cómo Arsenal se venía en busca del empate. Allí, en ese segundo tiempo en el que River terminó pidiendo la hora, las atajadas de este otro Carrizo no fueron monumentales pero sí decisivas".

¿Era necesaria esa ironía en medio de tanta sangre? Creo que no, o al menos no en un medio como Clarín. (Distinto sería si lo hiciera Caiga Quien Caiga, Duro de Domar o TVR). Incluso para el periodismo, la violencia en el fútbol es un juego.