Pocas veces un tipo es tan de su pueblo.
Solía admitir que su ingreso a la literatura se dio imprescindible, a partir de su pasión por el fútbol, y no al revés. También por eso surgió la necesidad de aquella cita para charlar sobre un libro que entreverará el fútbol y la libertad, el fútbol y la falta de ella. Fue una mañana de sol, del último diciembre. Fue en su bunker porteño, allí donde se sentía contenido cuando venía de su Rosario para pelearle a su condena.
Siempre fue un tipo con una nobleza comparable a su fortaleza espiritual. No vamos a olvidar la imagen de Gaby, amándolo, ayudándolo a desayunar. Tampoco la de uno de sus hijos, tan dormido como se puede estar tras una noche de insomnio, cuando apoltronado en el asiento a la espera de un café milagroso, fue cruzado por la más fulmínea y tierna de las miradas, que se vio recompensada por una caricia del adolescente. Es que el padre ya no podía dársela.
No olvidaremos el humor de hombre bonachón, franco y barbudo. Desalineado, ahora y siempre como sus personajes. Hecho a la vida. Con sus vericuetos, el tipo hablaba del otro lado del micrófono contando historias de la pelota, mientras el sol lo enmarcaba otorgándole un áurea mágica. Mágica y rauda fue la entrada al salón de Joan Manuel Serrat para abrazarse con el Negro, y ofrecer sus disculpas por la intromisión… No tuve otra ocurrencia que admitirles a ambos que todo les era permitido de mi parte, toda vez que crecí bajo los cuentos de uno, bajo las letras de las canciones candadas por el otro. “Debemos pedirte entonces, nuevas disculpas, si así quedaste…”. Rió el Negro de su propia iniciativa y todos reímos.
No olvidaré jamás ese rato de repiqueteos espléndidos con ellos. Millones de temas, profundos, fugaces. Enorme afecto, sin compasión. Se escudriñaron. Finalmente hubo un abrazo y la promesa de seguirla, cuando sea, dónde sea. Siempre es así.
Tampoco olvidaré jamás que se alejó un día que le siguió a una noche de asado con sus amigos, con vino, con Rosario, con la alegría. No podía ser de otro modo.
Tal vez, el propio Negro Fontanarrosa haya decidido que era el momento para morirse. Qué lo parió.
(Homenaje de Ricardo Gotta, periodista del diario Olé, especial para el blog de "El Uno a Uno")
Clarin
20 Jul 2007
La Nacion
20 Jul 2007
viernes, julio 20, 2007
Que lo parió
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2 comentarios:
Sencillamente maravilloso. Gracias, Fontanarrosa.
me encanta que los homenajes y los recuerdos se centren en lo maravilloso que fue el tipo, lo alegre y lo ocurrente que se lo veía. Hubiese sido un gusto, ser aunque sea por un rato, mozo del bar donde se produjo ese encuentro. Felicitaciones por la nota.
NOTA: a quienes no conozcan mucho de la obra de Fontanarrosa y crean que es solamente el que dibujaba en el Clarín, les recomiendo la Librería Norte (Las Heras casi Pueyrredón) donde tienen todos sus libros de cuentos. Yo cada vez que puedo paso y me compro otro.
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